
Dicen que necesitas aprender a respirar. Pero eso no te parece importante cuando lo escuchas por primera vez. Haces tu vida, vas al trabajo, duermes, cocinas (si puedes) repitiéndolo todo una y otra vez … hasta que un día, tu respiración empieza a volverse más agitada. Te sientes intranquila; hay días en los que no puedes dormir, tu mente está funcionando a mil por hora y no te has dado cuenta que tu respiración también.
Es muy difícil al principio intentar manejar la respiración. Utilizo la palabra “manejar” porque “controlar” tiene que ver más con algo que se hace forzado y yo no quiero hacer nada a fuerza. Si, cuesta trabajo detenerse. Si, cuesta trabajo observar. Si, cuesta trabajo conocerse.
Pero es una habilidad como cualquier otra. Así como aprendiste a andar en bici, al principio te caíste, te raspaste y algunas veces lloraste. O al aprender a cocinar, alguna vez se te quemó la comida, o te salpicó una gota de aceite. Es solo la práctica la que va haciendo al maestro. Es solo la experiencia la que va convirtiéndose en sabiduría.
Recuerdo que una vez alguien me dijo: “Si manejas tu respiración, manejas tus emociones”. Pero yo, como buena rebelde incrédula y como todo lo que no se ha experimentado, guardé esa información el algún lugar de mi sin darle importancia. Se quedó ahí por meses, o tal vez años, hasta que un día llegó el momento de ponerla en práctica.
Me pasó en un momento de miedo. Un momento en el que no entendía qué estaba pasando, era algo desconocido y pude darme cuenta de como mi respiración comenzaba a agitarse, cómo la parte superior de mi pecho empezaba a moverse muy rápido.
Inmediatamente recordé la información almacenada, así, aunque no fue fácil, intenté practicar la respiración abdominal, (cabe aclarar que todo esto pasó en segundos). El sentimiento de miedo no disminuyó pero tampoco se hizo más grande. Pude mantener una parte de mi mente con la claridad para saber cómo reaccionar, la otra parte seguía llena de miedo, pero logré que mi ser no se perdiera de lleno a esa emoción.
Por que dicen que una cosa es sentir y observar la emoción y otra cosa es identificarte y volverte la emoción. Cuando eres capaz de sentir y observar, puedes experimentar la emoción desde otro lugar, desde una experiencia meramente humana; cuando dejas que la emoción te absorba y te conviertes en ella, entonces no puedes ver más allá de esa emoción; es ahí donde aparece la desesperación, el miedo irracional, la frustración extrema, ansiedad, ataques de pánico… Te has vuelto la emoción.
Cuando somos bebés respiramos de manera natural, así como los animales, que no “piensan en respirar”. Desafortunadamente, por alguna razón, en algún momento olvidamos ese instinto y lo desechamos.
El yoga nos ayuda a recordar cómo respirar
PRANAYAMA es la “ciencia” de la respiración.
Una de las herramientas más importantes que el yoga nos comparte son las técnicas de respiración. “Prana” es la fuerza de la vida, la fuerza vital. “Ayam” significa expansión. Pranayama podría entenderse como la administración de la energía vital. Empleando una variedad de técnicas, variando el ritmo y la profundidad de la respiración podemos generar diferentes estados de conciencia, salud y emoción.
